domingo, 16 de noviembre de 2008

- MOLINA CAMPOS -




EL ILUSTRADOR ARGENTINO


UN APELLIDO CON RELACIONES


ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO




En el seno de una familia tradicional, Florencio Molina Campos nace en la Capital Federal el 21 de agosto de 1891. Estudia en los colegios Lasalle, del Salvador y Nacional de Buenos Aires, pero los aprendizajes que marcarán su vida los hará durante sus vacaciones, cuando pasa largas temporadas en la estancia paterna de "Los Angeles" en los pagos del Tuyú (hoy General Madariaga).





Allí conoce profundamente a los hombres del campo y se familiariza con los paisajes pampeanos que llevará infinitas veces a sus cuadros. Según su propio testimonio "por el 1900, lluvias torrenciales inundaron los campos. Ese invierno quedamos rodeados por las aguas. Las jornadas interminables nos retenían encerrados.





Nuestros padres alternaban sus quehaceres dándonos lecciones preparatorias para nuestro futuro escolar. De nuestras distracciones y el cúmulo de escenas del trabajo diario de los peones, saqué el impulso incipiente que trasladé a nuestros juegos, al imitar su lenguaje, sus ademanes, su indumentaria y la inacabable variación de sus faenas." "El ciclo escolar transcurría en internados en Buenos Aires y las vacaciones en la estancia, donde nos esperaba el ansiado premio de los 'petisos'. De tarde en tarde tal vez borroneé algún dibujo y tracé las pretensiones de algún cuento, siempre con cierta inclinación humorística. Los estudios y luego el trabajo no me permitieron avanzar. Tuve que sufrir alguna pena honda, ya hombre, para encontrar en la ejercitación de aquellas intentonas, una especie de refugio espiritual.





Corriendo el tiempo, ya fue el afán incansable de todos los días". Con la muerte de su padre en 1907, Florencio Molina Campos comienza a sentir nostalgias por el mundo perdido y vuelca en cartones las escenas camperas que recordaba vivamente. Algunas desavenencias personales y el fracaso económico que le deparó la actividad agropecuaria lo empujan definitivamente al dibujo.





En 1926 efectúa en Palermo la primer exposición de sus trabajos. Cuando el presidente de la Nación Dr. Marcelo T. de Alvear visita la muestra, le ofrece una cátedra de dibujo, y por dieciocho años será profesor del Colegio Nacional "Nicolás Avellaneda". Entre otras exposiciones, en 1930 se presenta en Montevideo una obra suya en ocasión del centenario uruguayo.





Ese mismo año, la "Sociedad Anónima Fábrica Argentina de Alpargatas" le comunica que acepta el precio convenido para la confección de los dibujos del almanaque de la empresa para 1931, lo que suponía la confección de doce originales. El acuerdo continuará hasta 1936 y luego desde 1940 a 1945. A través de estos dibujos, Molina Campos gozó de una curiosa popularidad sin nombre.





Estuvo presente en los boliches de campaña, en el puerto, en los barrios, en las fábricas, aunque los que gozaban de sus trabajos no lo conocían. Los memoriosos nos relatan que, en el campo, la llegada del almanaque al boliche era todo un acontecimiento: chicos y grandes observaban cada dibujo detenidamente, lo comentaban, elegían el que más les gustaba, y expresaban en voz alta los relatos que adivinaban en las pinceladas. Es que los célebres "dibujos de Alpargatas" son una mezcla personalísima de pintura ingenua y caricatura, con personajes que irradian una ternura "a la argentina".





En 1934, los esposos Molina Campos visitan Moreno, un lugar que conserva las características de pueblo de campaña a pesar de los escasos kilómetros que lo separan de la Capital. Está rodeado por campos de ganado y lo abraza un río de serenidad pampeana a pesar de la belicosidad de su nombre: Reconquista. Los caminos de tierra se pierden en horizontes cortados por lejanos montes de eucaliptos. Moreno aún es rural y los porteños lo buscan para el descanso y las vacaciones. Molina Campos lo buscará por alguna razón más: esos paisajes poblaron su infancia, y está dispuesto a recuperarlos. En los días que se quedan en carpa en el embalse del viejo molino Cascallares, don Florencio pinta el paisaje que lo rodea.





En un encuentro casual, un viejo conocido le ofrece al matrimonio una parcela frente al río con un molino de viento en funcionamiento, y la búsqueda de un rincón propio en la pampa llega a su fin: la compra de la parcela se hace con los ahorros de la pareja, dispuesta a vivir de otra manera. Construyen una cabaña donde Molina Campos instala su estudio, colgando en su entrada los estribos de latón que serán su símbolo y que darán el nombre al rancho: "Los Estribos".





El lugar irá ganando una frondosa arboleda, pacientemente regada a baldes. Allí, el dibujante recibe tiempo después a Walt Disney, quien busca asesoramiento para la producción de un largometraje animado sobre folklore americano. Este autodidacta no puede ser asociado a ninguna corriente artística. Siempre se consideró a sí mismo un "dibujante costumbrista" y nunca se tituló ni artista ni pintor.





Tenía admiración por los grandes maestros de la pintura, y se sentía muy lejos de ellos. Florencio Molina Campos murió el 16 de noviembre de 1959 en Buenos Aires, aunque su espíritu, suponemos, prefiere rondar por Moreno.

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