sábado, 27 de junio de 2009
- INVASIONES -
INVASIONES INGLESAS
El Virreinato del Río de la Plata, en donde el dominio español parecía firmemente asentado, sufrió directamente las consecuencias de la expansión de las guerras europeas al espacio atlántico —que, desde la derrota francoespañola en la batalla de Trafalgar, en 1805, había quedado bajo el absoluto dominio inglés.
En 1806, una fuerza militar inglesa, que acababa de apoderarse de la colonia holandesa del Cabo de Buena Esperanza (en el sur de África), se dirigió hacia el Río de la Plata. El 27 de junio, las tropas inglesas bajó el mando de William Carr Beresford tomaron, sin encontrar resistencia, la ciudad de Buenos Aires.
El virrey Sobremonte, junto con buena parte de la administración española, abandonó la ciudad, mientras que los representantes de los principales grupos e instituciones locales se apresuraron a mostrar obediencia a las nuevas autoridades. Sin embargo, este acatamiento duró poco.
Un primer intento de expulsar a las fuerzas inglesas, llevado a cabo por Juan Martín de Pueyrredón y un grupo de paisanos, fracasó. Finalmente, las tropas provenientes de Montevideo al mando de Santiago de Liniers, un oficial francés al servicio de la corona española, iniciaron la resistencia; simultáneamente, se organizaron las milicias urbanas. Los ingleses se vieron superados militarmente y el 12 de agosto se rindieron.
Finalizada la Reconquista, el 14 de agosto, los funcionarios y principales vecinos, reunidos en Cabildo abierto, decidieron privar a Sobremonte del mando militar y convirtieron a Liniers en el gobernador militar de Buenos Aires. También resolvieron organizar la defensa de la ciudad ante la posibilidad de un segundo ataque.
En efecto, en febrero de 1807, tropas. británicas —mucho más numerosas que las de la Primera Invasión Inglesa— al mando del general John Whitelocke tomaron Montevideo y meses más tarde, en junio, desembarcaron por segunda vez en Buenos Aires. Luego de eludir a las fuerzas de Liniers, los ingleses entraron en la capital.
Pero allí se encontraron frente a la defensa organizada por Martín de Álzaga, próspero comerciante español y alcalde de primer voto del Cabildo de Buenos Aires. Whitelocke no estuvo dispuesto a entrar en un combate con inciertas perspectivas y se rindió. La victoria de Buenos Aires fue militar, pero sobre todo política, en la medida en que los invasores no pudieron contar con el apoyo de los grupos locales.
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