miércoles, 15 de abril de 2009

- JOCKEY CLUB -




El Jockey Club apunta hacia el mundo


125 AÑOS DE EXISTENCIA


La entidad busca acrecentar la proyección de la hípica argentina en América latina, EE.


Por Jorge Rouillon
De la Redacción de LA NACION
Noticias de Cultura




El Jockey Club de Buenos Aires, que en abril cumplió 125 años de su fundación, asume su peso institucional como una responsabilidad hacia la sociedad y desde San Isidro quiere fortalecer la presencia de la hípica argentina en el mundo.





Como prueba, Bruno Quintana, que acaba de ser confirmado como su presidente, señaló que las carreras de San Isidro son seguidas en directo y generan grandes apuestas en los Estados Unidos, que se encara una mayor proyección en Europa y que el próximo Gran Premio de la Asociación Latinoamericana de Hipódromos y Jockey Clubs -que él preside- se correrá en Miami en 2008, y concentrará miradas hacia esta región del mundo.





Hombre de campo, de 63 años, Quintana está compenetrado con la vida institucional del Jockey Club. Fue vicepresidente durante 10 años, acompañando a Roberto Vásquez Mansilla y a Alfredo Lalor (los dos murieron ejerciendo la presidencia). Y desde 2002 está al frente del club. El 4 de mayo, la asamblea, de unos 600 socios, lo reeligió, junto con la lista que lo acompañaba; aprobó la memoria y el balance a libro cerrado, y manifestó su confianza con un fuerte aplauso. Como secretario general continuará Alfredo Cantilo y como tesorero, Juan de Ganay.





Quintana tiene 42 años como socio, pero un sentido de pertenencia que lleva incorporado desde mucho antes. Siendo chico, a veces esperaba a su padre en la escalinata del club en la calle Florida; en 1953, él le hizo ver la sede incendiada, con cuadros de Goya quemados, un mes antes de que el gobierno de Perón disolviera la entidad. A los 15 años, el actual presidente practicaba esgrima en la sede provisional de la calle Cerrito 1353, que precedió a la actual, de avenida Alvear 1345, inaugurada en 1968. El no procede del turf, es un hombre del interior del club, de la vida social de su sede, donde alterna con gente de diversas generaciones. Cuando su padre murió, llevaba 63 años como socio de la entidad.





El Jockey Club tiene unos 6500 socios, pero un mundo mucho más amplio se mueve sobre ese eje, porque el socio es el hombre pero la familia participa y usufructúa los beneficios. Cada fin de semana hay unos 1700 chicos jugando al fútbol y 400 chicas practicando hockey. El club tiene 20 canchas de tenis, ocho de polo, dos de golf -una de ellas, de las mejores del país-. Hay un millar de empleados, actividades conexas a partir de la hípica y de otros deportes, un público interesado en los actos culturales, relaciones con otros clubes del mundo.





Y para los socios es un honor llevar a sus invitados a un centro de reunión, de conversación, no de discusión. "Puede haber distintas opiniones políticas, pero no hacemos política dentro del club", afirma el presidente. Lo dice en su despacho, donde lo mira el retrato del fundador, Carlos Pellegrini, aquel "piloto de tormentas" que presidió el país en el tiempo que siguió a la revolución del 90, hijo de un ingeniero y pintor italiano, y que además de crear el Jockey Club, fundó el Banco de la Nación y la Unión Industrial Argentina. En la boiserie que enmarca una biblioteca con libros antiguos, en un diploma amarillento Francia honra a Pellegrini con la Legión de Honor en 1898, y una foto muestra a socios conspicuos reunidos por el premio Carlos Pellegrini en 1960.





Proyección internacional

Hay todo un mundo que gira alrededor de la actividad hípica, que desde San Isidro el Jockey Club impulsa en el país y lidera en América latina, al tiempo que quiere fortalecer la presencia argentina en el mundo. Junto con el hipódromo de San Isidro, su centro de entrenamiento es uno de los más grandes del planeta, con cuatro pistas de vareo de arena y una de césped, y 2000 caballos alojados en su villa hípica.





Es todo un universo, una industria, con entrenadores, jockeys, peones, veterinarios, que abre una ventana argentina al mundo. Desde diciembre de 2006, seis carreras por reunión de San Isidro se transmiten en todos los Estados Unidos y el volumen de las apuestas que generan allí es similar al de 14 de un programa completo acá. Llevó meses de trabajo poner todo eso a punto; en el país del Norte hay aficionados y apostadores expectantes atentos a las largadas del hipódromo sanisidrense y éstas no se pueden atrasar ni un minuto. Es un país donde un canal de cable sólo dedicado al turf tiene 20 millones de abonados. Y la idea del Jockey Club es ir ingresando también en Europa.





En 2004, la entidad estimó un logro la ley provincial 13.253, que regula el juego y fomenta la actividad hípica. Desde 1882, el Jockey Club mantiene el Stud Book Argentino, que registra identidad, propiedad y genealogía -el ADN- de los ejemplares equinos. Lo preside el doctor Bartolomé Mitre.





Quintana preside también la Asociación Latinoamericana de Hipódromos y Jockey Clubs, cuya creación ideó Vásquez Mansilla. Cada año se hace una carrera con ejemplares de distintos países: en Chile, en la Argentina, en Uruguay. Ahora se elevará la apuesta: en marzo de 2008, 18 caballos latinoamericanos correrán este gran premio en Miami.





Aunque el turf, otros deportes y servicios variados atraigan a los socios, no puede olvidarse la tarea de la Comisión de Cultura, presidida por el profesor Carlos María Gelly y Obes, que organiza conciertos, conferencias y charlas con expositores de nivel. La biblioteca tiene unos 170.000 volúmenes. Y junto a las últimas novedades editoriales, en un ambiente de silencio, los socios pueden leer El Mercurio , de Santiago; The Sunday Telegraph, de Londres; The New York Times ; El País , de Madrid, y otros diarios de América y Europa.





Quintana es hombre del interior de la casa, de la sociabilidad. Cuando ingresan nuevos socios, les habla del ambiente de amistad y respeto, de usos y costumbres, de un ámbito protegido sin que implique aislarse de los problemas del entorno, de los que atraviesa el país, o de los que sufren sus propios miembros. Hay variedad de situaciones en ese medio de relevancia social. "Hay socios a los que se les hace cuesta arriba pagar la cuota", comenta.





Cuando subraya la necesidad de mantener un espíritu, un modo de trato, un estilo de convivencia, el presidente confiesa que a veces piensa que si los miembros no necesitan demasiado acudir a un psicólogo es porque tienen en el club un lugar de contención. Que empieza cuando trasponen la puerta de la avenida Alvear y los saluda Gustavo, un portero amable y políglota, que habla inglés, alemán, chino e italiano.

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