jueves, 27 de septiembre de 2007

- TEATRO COLON -



A 150 años del primer Colón

Por Eduardo Arnosi
Para LA NACION



Se han cumplido este año ciento cincuenta años de la inauguración, en 1857, del antiguo Teatro Colón, antecesor del actual, que se alzaba en la Plaza de Mayo, en el lugar que hoy ocupa el Banco Nación.

Aunque ya había temporadas de ópera en Buenos Aires desde 1825, en el viejo Coliseo –luego, Argentino– y en el Teatro de la Victoria, ninguna de esas salas podía compararse con este vasto y magnífico Colón, con capacidad para 2500 espectadores, cuyos planos habían sido trazados por el ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, padre del futuro presidente de la República.

El edificio impresiona aún hoy a través de las fotografías que nos quedan de una ciudad que por entonces apenas alcanzaría el medio millón de habitantes.

Fue el primer gran teatro lírico con que contó Buenos Aires, y la primera sala en la que se utilizó el alumbrado a gas, para sus numerosos candelabros y su gran araña central.



Los progresos de la construcción despertaban enorme interés en los porteños, y aunque el escenario no estaba aún terminado y a la sala le faltaban detalles, para satisfacer la curiosidad del público se organizó un gran baile de carnaval en 1856, al que siguieron otros, muy concurridos, en febrero de 1857.

Finalmente se produjo la inauguración del Colón, el 27 de abril de 1857, con La Traviata, protagonizada por Sofía Vera Lorini, y con el célebre tenor Tamberlick, que fue la estrella de la temporada. La inauguración resultó un acontecimiento de inusitado brillo. Dice Mariano G. Bosch en su Historia de la ópera en Buenos Aires: “El simple anuncio del estreno del Teatro Colón produjo un surgimiento de anhelos desconocidos y nunca sospechados, pasiones nuevas, despliegue de actividades inusitadas entre las damas del abono a palcos, muchas de ellas accionistas del teatro (...) Los diarios de abril de 1857 reflejan muy claramente la nerviosidad social de aquellos días.

Tratábase nada menos que de la primera noche de teatro grande y lujoso, a luz de gas. Las toilettes, los adornos, las joyas iban a exhibirse en forma nueva, no ya al fulgor de velas o quinqués (...) Todo el mundo se vio arrastrado en el torbellino del momento. Al llegar el mediodía del estreno del teatro del encanto, no quedaba una sola localidad por vender. Y por la noche, repleto, desbordante de concurrencia, deslumbrante de lujo y belleza, el teatro estaba hermoso”.



En 1857 se cantaron en el Colón 15 óperas: La Traviata, El Trovador, Rigoletto, La Cenicienta, Norma, El barbero de Sevilla, El juramento, Ernani, Nabucco, Lucrecia Borgia, Macbeth, La favorita, Safo, Torcuato Tasso y Don Sebastiano.

¡Qué diferencia con lo ofrecido en las últimas temporadas de nuestro magnífico Colón actual! Y no parece que la cosa vaya a cambiar mucho para su próximo cumpleaños, en 2008, porque en el mundo de la lírica actual hay que obrar con mucha anticipación para asegurarse cantantes que puedan brindar un gran repertorio.

El gobierno de la ciudad, que cuenta con amplios recursos, ha preferido destinarlos no ya sólo a reparaciones exteriores, que eran necesarias, sino también a modificaciones en la sala y el escenario que, a simple vista, eran innecesarias.

Volviendo al antiguo Colón: el elenco de su temporada inaugural incluía a la gran mezzosoprano Anetta Casaloni y a la afamada soprano Emmy La Grua, para cuya versión de Norma el empresario Achile Lorini duplicó el precio de las localidades.

El viejo Teatro Colón cerró sus puertas el 13 de septiembre de 1888, tras una última representación de Otelo, con su creador, Tamagno. Para entonces ya había sido decretada la construcción (que tardaría veinte años en ser terminada) de un nuevo y más grande Colón: el actual.

El edificio del viejo, que se hallaba en excelente estado, fue destinado, tras una parcial demolición, a servir de base para la estructura del nuevo Banco de la Nación. Lo cual fue lamentable. El banco pudo haber sido construido en otro lugar y el teatro debió haber sido conservado como monumento histórico, si no como sala lírica.

Pero no era ése el criterio reinante entonces. Y así el viejo Colón corrió, mucho antes, la misma suerte que correría el viejo y glorioso Metropolitan de Nueva York, demolido en 1966, para dar lugar, también, a un banco...

El autor es crítico e investigador, especializado en historia de la ópera

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