lunes, 14 de enero de 2008

- POR SIEMPRE TATO -




Tato Bores


El 11 de enero de 1996, a los 68 años, fallecia Tato Bores. Mauricio Borezstein ante todo fue un actor, socio activo de la Asociación Argentina de Actores número 2.855.

Un actor cómico. Ser clarinetista había sido su primer deseo, aunque se convirtió en el amplificador del pensamiento de gran parte los argentinos. No se sabe si le contó un “buen” chiste a el por entonces consagrado actor José Ángel “Pepe” Iglesias cuando se lo cruzó mientras acarreaba los bártulos de una orquesta de Buenos Aires. Lo cierto es que pegó el salto al escenario, después de haberlo contemplado incluso abriendo puertas en la entrada del Teatro Cervantes.





Pasó por radios y algunos teatros hasta llegar a la televisión. Iglesias y Julio Porter le sugirieron el nombre de su personaje: Tato Bores. El debut fue en el Canal 7, dentro del programa “Caras y morisquetas” en 1957. Su momento se llamaba “Tato y sus monólogos”, y se dedicaba a hablar de, sobre y contra los poderosos de turno.
Hacía poco tiempo que había caído el segundo gobierno de Juan Domingo Perón, y la dictadura que lo había derrocado prohibía decir su nombre. Ideal: “Juan Domingo Cuco” o “Juan Domingo Drácula” eran sus salidas. “El que sabe sabe, y el que no es jefe”, remató por aquellos días en referencia nada menos que a Isaac Rojas y Pedro Eugenio Aramburu, el sector más duro del gobierno de facto.

"Soy un tipo sin currículum”, decía. Estuvo más de treinta años en la pantalla chica con su personaje. Muchísimos programas y en casi todos resaltaba el nombre de Tato (ver aparte). Aunque muchos se acuerdan de cuando empezó a comer fideos con sus encumbrados invitados, el plato especial que la gente dice no olvidar son sus monólogos.

En el programa “Tato, siempre en domingo” (1961-1963), bajo la presidencia de Arturo Fondizi, Bores explicó: “Cuando veo a un presidente como Arturo Frondizi pienso que los presidentes no andan porque nunca nadie les enseñó cómo debían actuar. Si una mujer quiere aprender a cocinar o a coser, va a una academia y chau. Pero academias de presidentes no hay”.





“Por siempre Tato” (1971-1972) fue la emisión en la que interpretó el monólogo referido a la vuelta de Juan Domingo Perón, tras 18 años de proscripción. Un pasaje: “Salí rumbo a Ezeiza, apretando mis pasajes en la mano. Era el mediodía y ya había como 2.000 personas esperándonos. En cuanto me vio Cámpora, se me echó en los brazos y lloró. ‘Tato, la emoción me embarga. Después de 18 años el General vuelve...’ Las lágrimas del tío Héctor J. tenían un cierto aroma a tomillo”.

Vamos a mayo de 1991, “Tato, la leyenda continúa”. Imperdible monólogo sobre las privatizaciones: “Eso es cierto, antes el Estado, cuando manejaba estas empresas, le sacaba guita al usuario para dársela a las empresas privadas que le vendían cosas al Estado. En cambio, ahora, estas empresas privadas le sacan directamente la guita a la gente, sin tener que pasar por el Estado. O sea que se eliminaron intermediarios. ¿Verdad?”






Agosto de 1992. Cerca de alejarse de la televisión, se refirió a los temas importantes que se trataban en el auge de la presidencia de Carlos Saúl Menem:
“ (...) Me encuentro con mi gran amigo el filósofo oficial del Gobierno, José Empédocles. ‘Tato –me dice-. No es que nosotros estemos en contra del periodismo, pero el periodismo está idiotizando a la gente. De lo único que hablan es de la cotidianeidad. Usted abre un diario y ahí están: el Yomagate, Al Kassar, la contaminación, la corrupción, el cólera, los propóleos. Al final la pequeña cosa cotidiana enmascara los grandes problemas estructurales del país, tales como si estamos o no en el fin de la historia’”

El trato de Bores con los políticos siempre fue cordial. Varela, que trabajó con él desde 1987 y le escribió más de 100 libretos, sostiene que los políticos tenían que estar en lo de Tato por una cuestión de imagen. Y además destaca que la relación con muchos hombres del poder se favorecía por el compromiso que Tato tenía con las emisiones: “La producción era directa de él; él los llamaba y eso generaba confianza y respeto. Pero nadie le pedía nada, él era un señor”.





Más de una vez, sin embargo, tropezó con ímpetus censores de sus programas. Aunque alguna vez dijo que con los que menos inconvenientes trabajó fue con la “Revolución Libertadora” (autodenominación del golpe militar que derrocó a Perón en 1955), con Arturo Illia y con Agustín Lanusse, reconoce que en esas épocas nunca un programa salía al aire sin que los libretos hubiesen sido leídos por autoridades del canal.





En cambio, durante el último gobierno de facto, en un programa especial que realizó en 1978, fue prohibido y por lo tanto nunca transmitido el bloque “Hola Señor Presidente”, en el que Tato Bores simulaba hablar por un teléfono gigante con el titular de la Casa de Gobierno, en aquellos días el dictador Jorge Rafael Videla.

Una parte del programa que sería emitido el 17 de mayo de 1992 no fue publicada por censura previa. La jueza María Romilda Servini de Cubría había presentado una demanda contra la emisión en la que el arqueólogo Helmut Strasse (otro personaje de Borezstein) se preguntaba en el año 2492 sobre los rastros de Argentina, un país desaparecido 500 años antes. Mientras se mostraba un escudo con la imagen de Servini de Cubría, el locutor Ernesto Fritz decía: “¿Mito, leyenda o realidad?”. Luego Strasse infirió el valor del dinero en Argentina: concluyó que 60 pesos habrían sido una fortuna, pues ésa había sido la sanción que la jueza había recibido de la Corte Suprema por mal desempeño en el caso Yomagate.

No sólo la Justicia rechazó el pedido de la funcionaria, sino que una multitud de estrellas del espectáculo argentino, se congregaron en el programa de Tato y cantaron “La jueza Barú Budú Budía es lo más grande que hay”, en uno de los episodios más conocidos de la televisión local.

Texto: www.segundoenfoque.com.ar.

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