viernes, 16 de noviembre de 2007

- NUESTRO CINE -




BREVE HISTORIA DE NUESTRO CINE


El cine llegó a la Argentina apenas después de su lanzamiento en París, al poco tiempo ya empezaron a rodarse las primeras producciones nacionales. Entre otros atractivos, hubo pioneros mundiales en cine científico y de animación. Pero la verdadera industria comenzó recién en 1933, con la afirmación del cine sonoro.

La Guerra Gaucha. Programa del Cine Ambassador. Matinee. Noviembre de 1942. Los buenos tiempos, cuando las películas argentinas se veían en toda Iberoamérica, duraron hasta comienzos de los años '50. Luego, el paulatino cierre de los grandes estudios, el crecimiento de la televisión, el anquilosamiento del cine popular, y el aislamiento de un cine de autor, impusieron otras reglas de juego.
Sobre esas reglas, el actual cine argentino se ha restringido en cantidad y en mercado, pero mantiene una especial calidad, internacionalmente reconocida.

La primera exhibición cinematográfica, con vistas de los Lumiére, ocurrió el 18 de Julio de 1896. Ya en 1894 había llegado el kinetoscopio y, a comienzos de 1896, un concesionario de kinetoscopios había experimentado proyecciones públicas con un aparato de su invención. En 1897 comenzó la importación de cámaras francesas, y un francés residente en Argentina, Eugene Py, se convirtió en el primer realizador y camarógrafo con el corto La bandera argentina.

En 1898, filmando sus propias operaciones quirúrgicas, el doctor Alejandro Posadas inició el cine quirúrgico. En 1900 aparecieron las primeras salas específicamente dedicadas al cine, y los primeros noticieros.





Desde entonces, cabe señalar los ensayos de cine sonoro en 1907; el primer filme de ficción con actores profesionales, La revolución de mayo, en 1910; el primer largometraje, Amalia, en 1914; el primer gran éxito, Nobleza gaucha (costó 25.000 pesos y recaudó medio millón en seis meses, sin contar copias piratas) en 1915; el primer largometraje mundial de cine de animación, El apóstol, en 1917; y la primer mujer directora de Latinoamérica, también en 1917.

Entre melodramas, policiales, cintas cómicas y temas camperos; durante el período mudo, se hicieron más de 200 películas; destacándose los asuntos de clima tanguero de Agustín Ferreyra. Sin embargo, nunca se organizó una verdadera industria, y ni siquiera se conservaron debidamente las películas.

La verdadera industria surgió con el cine sonoro, en 1933. Casi al mismo tiempo nació Argentina Sono Film, con Tango (donde debutaron Libertad Lamarque, Tita Merello y Luis Sandrini); y Lumiton, con Los tres berretines.

Pronto, éstas, y otras empresas llegaron a producir, en estudios propios, unos treinta filmes anuales que exportaban a toda Latinoamérica; en especial los melodramas de Libertad Lamarque, las cómicas de Sandrini y, más tarde, también las de Niní Marshall.
En 1938 ya existían 29 galerías de filmación, aunque de equipamiento todavía precario.

Los principales realizadores eran el prolífico Moglia Barth. El más prometedor y hábil Manuel Romero con: La vida es un tango; La muchacha del circo y Fuera de la ley drama policial prohibido en New York; entre otros. El riguroso Mario Soffici, autor de Prisioneros de la tierra (según encuestas, el mejor filme del cine argentino) y otros dramas sociales y también algunas comedias; el poeta suburbano Leopoldo Torres Ríos autor de La vuelta al nido, Pelota de trapo y Aquello que amamos; el retórico pero efectivo Luis César Amadori realizador de Dios se lo pague y Almafuerte; y, el creador de comedias burguesas, Francisco Mugica en Así es la vida y Los martes, orquídeas. También los más refinados Daniel Tynaire, Luis Saslavsky, de Savalía y Borcosque.





Pronto se sumaron Carlos Hugo Christensen con sus dramas y comedias de carga erótica como Safo y El ángel desnudo, los directores de comedias Bayón Herrera y Schlieper, y el director de cine épico Lucas Demare con: La guerra gaucha y Su mejor alumno.

Tres hechos clave de los años '40 fueron la formación de la cooperativa Artistas Argentinos Asociados, con buena parte de la "intelligentzia" de la época; en segundo lugar, la crisis por falta de película virgen (consecuencia de la neutralidad argentina durante la segunda guerra mundial) y, desde 1944, la creciente intervención del Estado.



Con el tiempo, esto se traduciría en formas de censura, listas negras, reparto discrecional de película virgen y créditos blandos que sólo beneficiaron a los comerciantes de ocasión.

Se destaca sin embargo la calidad del cantante, actor y realizador Hugo del Carril en Las aguas bajan turbias, La Quintrala y Más allá del olvido. En 1957 se crearon la Ley de Cine y el Instituto Nacional de Cinematografía (INC), que desde entonces decide créditos, difusiones... o trabas burocráticas, según la época.

Con su respaldo inicial se afirmaron el polemista Leopoldo Torre Nilsson, que pronto alcanzó fama internacional autor de La casa del ángel y La mano en la trampa; la dupla Fernando Ayala - Héctor Olivera (El jefe, El candidato), creadores de el sello Aries y; tras ellos, los miembros de la llamada generación del '60, ajenos al sistema de estudio, ya demasiado caro y anquilosado.

En esa época se destacaron Simon Feldman con El negoción , Martínez Suárez con Dar la cara, René Mugica con Hombre de la esquina rosada sobre un cuento de Borges, Lautaro Murúa con Shunco y Manuel Antin con La cifra impar, sobre un cuento de Cortázar. Paralelamente, Fernando Birri impulsaba su escuela de cine documental, con dos trabajos memorable: Tiré dié y Los inundados, donde la denuncia realista y el humorismo provinciano hacían una buena combinación.





Fruto de esos tiempos sería otro actor, cantante y director: Leonardo Favio, que debutó con un excelente drama, casi autobiográfico, Crónica de un niño solo. Hacia fines de los '60 interesó el cine underground de algunos directores de publicidad que experimentaban con el lenguaje, pero, sobre todo, interesó el ensayo político de Pino Solanas y Octavio Getino en La hora de los hornos, un trabajo provocativo e innovador, exhibido, forzosamente, en funciones clandestinas como desafío al gobierno militar de turno. Mucho cine de agitación se desarrolló por esos años.

Entre 1973 y 1975,con un gobierno democrático y una economía medianamente estable, el cine argentino alcanzó grandes éxitos de crítica y boletería, como el drama campero Juan Moreira (Favio), La Patagonia rebelde una historia de represión (Olivera), La tregua, un romance de oficina candidateado al Oscar (Sergio Renán) y La Raulito (Murúa)

Lo que vendrá merece otro capitulo por lo contemporáneo del tema.

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